6.02.2011

IDOLO DE BARRO: EL INKARRI OLLANTA

Un estigma en la idiosincrasia peruana, está cifrado al evocar el sometimiento del Imperio Incaico por 300 españoles; reflexionando sobre su ocaso, resalta el hecho que el Imperio fue dinamitado por los curacazgos y señoríos adversos a la nobleza cusqueña, quienes se sumaron ciegamente a la causa conquistadora, proclamándoles como los Viracocha.
Las naciones rebeldes al Inca, tarde se dieron cuenta que sus nuevos señores eran despiadados, no solo se expolio riquezas, se les humillo y marco el alma, es así que nace en el consciente colectivo del Perú, el anhelo de lo que fue, reconociendo en el Inca al verdadero constructor, estadista y estratega. Ese anhelo y frustración se sincroniza con la leyenda del retorno del gran restaurador, llamado INKARRI, alguien que restituirá las cosas en su justo lugar (entiéndase el empoderamiento de los curacas y sus gentes)
Inkarri se evidencia en las manifestaciones populares a favor de aquel que encarne al caudillo, y es una constante en nuestra historia: Túpac Amaru, Piérola, Cáceres, Sánchez Cerro, Oscar R. Benavides, Velazco, Leguía, Fujimori y Ollanta son personajes que han sido favorecidos por su sombra

Este fenómeno explica la azarosa y visceral característica del voto peruano, puesto que se motiva en la afinidad subjetiva antes que en estructuras programáticas y políticas de Estado. Además de un razonamiento algo sazonado que estigmatiza a toda una realidad como el sistema opresor y lesivo de intereses “nacionales”.  Aquellos que niegan desde una posición subjetiva todo progreso nacional, que cierran su entendimiento a las razones que se esgrimen contra Ollanta, evocan el comportamiento de aquellas naciones adversas al Inca.
Aquella tendencia  (muy peruana) de condolerse por quien se cree es el mártir, ha conducido a muchos a verlo como la victima de un sistema rabioso, celoso, inquisitivo, neoliberal y prochileno. Toda razón coherente o prueba veraz es silenciada y matizada en disforzadas maquinaciones y en el ánimo de ver en la contendora o los opositores a la encarnación misma de los opresores hispanos.
Lo cierto es que Ollanta es un hombre cargado de buenas intenciones mas no es el INKARRI, no es el HUIRACOCHA, ni el PACHACUTEC de nuestro tiempo; y como un ídolo de barro, terminara por romperse. Aun aceptando su moderación, son las huestes que le acompañan las que preocupan partiendo por quienes creen que sus juramentos y el reeditado de su plan de gobierno son solo una treta a fin de llegar a la casa de Pizarro y una vez enquistado inicie la revolución etnocacerista. Antauro Humala se cuenta entre esta facción, quien se ha inmolado a fin de favorecer al “Inkarri”

La ideología que reivindica al dictador VELAZCO ALVARADO, es la contra cara de quienes condenan a ALBERTO FUJIMORI, por la fundamental apreciación que el primero destruyo el futuro del país, y es solo en nuestro siglo que se vislumbra la posibilidad de reconstruirnos y proyectarnos como una potencia regional (El Jaguar del Pacifico) con una formula muy distinta a la impuesta en los 60. Por Velazco heredamos instituciones como ENAFER, ENAPU o ENTEL, muestras perpetuas de la ineficiencia del Estado en la gestión de empresa.
La crítica nos conduce a meditar en el papel de los extremistas que le acompañan, ellos son como los españoles sanguinarios que estuvieron tras el asalto del Inca en Cajamarca.  El radicalismo del que fácilmente son presa, pueda conjurar a las huestes a la prepotencia de imponer por la fuerza, lo que les sea negado en las urnas con un resultado adverso; como ocurrió con López Obrador en México.


Acusar a Keiko de cuanto pecado y delito contraiga el régimen Fujimontesinista, no resta importancia a la alianza profana que ha conjurado a comunistas, oportunistas y nacional-etnocaceristas en la misión de la destrucción de un sistema y la imposición de rancias y fracasadas ideas. El Perú necesita un estadista, un gerente, un hombre visionario, y ninguno de los dos calza en el molde.